coquetas

Una de las cosas de entre tantas que disfruto en momentos de ocio es el ritual de embellecerme; de mimarme en realidad. Porque lo tomo como un mimo. Me gusta ponerme cremas en el pelo para que luzca brillante y sedoso, me gusta exfoliarme la piel para que se asemeje a la de un bebé y así evitar granitos aunque estos siempre encuentren el camino para hacer sus apariciones triunfales, en especial si tengo una importante reunión de trabajo, cita o exposición oral en la universidad. No me vuelve loca el proceso de depilación pero sí me gusta ver luego los resultados. Me gusta darle forma a mi cejas y probar mil peinados para diferentes ocasiones. Me gusta usar mascarilla para las pestañas y me gustan las máscaras relajadoras y hasta dos rodajas de pepino en los ojos!

Lo cierto es que socialmente, al menos en estos tiempos, siempre se asoció la coquetería a la mujer. Pero la verdad es que la coquetería juega con el erotismo, de hecho es una forma de comunicación; la idea es llamar la atención del otro. Y por eso es que no es ajena al hombre. Ambos sexos siempre buscarán armas con las cuales valerse para atraer al sexo opuesto. Siempre le digo a mi chico que me encanta cuando usa alguna fragancia y o lo veo recién bañadito y cambiado, listo para salir. Él me gusta como es, y lo sabe, pero no logro convencerlo de que el cuidado personal nada tiene que ver con esa nueva tendencia llamada metrosexualidad; querer gustar al otro no es nada malo. Y Eso no es nuevo, y se supone cambia con el pasar de los años.
Reza el dicho no hay mujer fea pero sí pobre: y es que la noción o concepto de coquetería esta desprestigiada entre los expertos sociales post modernos. Es una construcción asociada a la ostentación, a la frivolidad, a veces al lujo y a los privilegios. Tienen razón, la coquetería es un privilegio social, humano y femenino, no exclusivo aclaremos nuevamente. Entre las propias mujeres, en la vida cotidiana, muchas no aceptan ser definidas como coquetas, se molestan. Piensan que se insinúa que son casquivanas y menos les gustaría ser reconocidas como frívolas. Pero yo no creo que esto sea tan así, me refiero a que el cuidado personal por la higiene y el querer verse bien no es nada frívolo, sí lo es el vivir con el sólo afán de vernos bien, sólo interactuar con un espejo hasta olvidar al otro y pensar que no tenemos nada mejor que ofrecer.
Nunca son buenos los extremos.
Ahora los dejo estimados lectores, me voy a hacer una limpieza de cutis y a buscar unas compresas de algodón en té para los párpados y a relajarme. Nos vemos. Y mejor si nos vemos bien ;)