cambios

Me encontré imaginando o fantaseando con la idea de qué pasaría si moviera algún hilo en mi vida y ésta diera un giro de 360 grados y de repente todo cambiase. Una mañana que no sea parecida a las demás, y que comenzara a desenvolverse algo totalmente nuevo. Podría cambiar para bien o mal, pero cambiaría al fin.
Hace un tiempo que siento que he detenido mi vida a una pausa que consiste en terminar mis estudios universitarios (grado, postgrado y todo lo que siga). Cada vez siento que es más difícil seguir y llegar a la meta. Hay muchas irregularidades e injusticias en el sistema pero eso es un tema aparte. Tal vez un soporte a mis quejas. Porque... y si fuera exclusivamente mi culpa y la de nadie más? AJÁ!

Pensé que hay tantas cosas que me gustaría hacer y que no puedo hacerlas porque mi mayor objetivo en el momento es tener mi título universitario y así cerrar un capítulo para poder abrir otro distinto. ¿Pero acaso elegir un camino no es la respuesta a la obviedad de descartar otro camino? Entonces creo que terminar lo que se empieza es imperativo. Es un laburo diario que cuesta muchísimo en algunos casos. Se presentan obstáculos que llenan de piedras el camino y me incitan a cambiar de escenario. Terminar lo que empecé me está costando muchísimo. Me pregunté qué puedo hacer de mi vida, qué nueva meta puedo proponerme y no me llovieron opciones o ideas siquiera. Me preocupé.

He laburado en variadas tareas, pero la meta principal siempre fue laburar de mi profesión una vez obtenido el sobrevaluado título que certifique o mi esfuerzo o mi inteligencia o mi meta, como se prefiera mirarlo. Opciones sospechosas. Y esto no ayudó mucho a que disfrutara ningún trabajo. Todo es condicional y de momento girando alrededor de la gran meta. Del sueño que en algún momento fue. Ya no sé si sigue pareciendose a un sueño, pero ése tampoco es el tema. El problema es cómo darse cuenta que uno debe disfrutar de todo lo que hace y no siempre depositar una ilusoria idea de felicidad a lo que nunca llega? Como esas mujeres que se dicen a sí misma: ahora termino la carrera y seré feliz, pero luego de esto se vuelven a decir ahora cambio de trabajo y jefe y seré feliz, pero luego cuando ocurre se vuelve a decir que cuando encuentren trabajo de nuevo volverán a ser felices, pero luego se dice cuando esté embarazada seré feliz, pero luego serán felices cuando los hijos crezcan y luego cuando los nietos vuelvan, y luego cuando vuelvan a reencontrarse con sus maridos dispuestos a revivir el noviazgo querrán volver a ser madres y cuando sean ancianas, querrán vivir todo lo que dejaron atrás. Creo que dejar que pase el tiempo sin disfrutar cada cosa que se hace puede ser un vicio. Espero no me esté ocurriendo. Pero volviendo a mi inicial preocupación, creo que es hora de buscar lo que me dé felicidad y dejar de moquear por lo que no ocurre. Entonces pienso. Las preguntas pululan la pantalla y mi cabeza.

Y no sé qué puedo hacer con mi vida, qué es lo que le puede dar significado y valor y por sobre todo algo que me haga sentir feliz. ¿Acaso las cosas que hacemos no deberían hacernos felices? ¿Por qué buscamos lo contrario y en ocasiones seguimos haciendo día a día las cosas que nos hacen infelices? No sé cómo descubrir nuevas fuentes de felicidad, es esto posible?
Y me sentí perdida y me pregunté qué puedo hacer y qué opciones puede darme la vida para tener una meta real y satisfactoria en esa línea que separa el futuro del presente en el camino de la vida.

Básicamente, el cambio es un proceso de transición; o sea, se pasa de un estado a otro. Al cambio también se lo ha relacionado con crisis, revoluciones y lo novedoso. Un cambio es una nueva experiencia, un estado desconocido. A mí en lo personal, lo nuevo siempre me produjo miedo. El no poder controlar algo, me deja con una sensación parecida a estar perdida, no saber qué hacer.
¿Alguien allá afuera puede reafirmar que es posible? O es tarde? ¿Cambiar los sueños y metas sin fracasar?

Entonces esperemos algo con olor a fresco y novedad llegue pronto.

                                     

IGUALDAD

Gente acá les comparto un texto que me pareció genial y que es muy pertinente para el momento que se nos viene a los argentinos el miércoles que viene: se decidirá si llegamos tarde o a tiempo a la igualdad. Ojalá que sea temprano. Yo desde mi lugar, doy mi apoyo a las personas homosexuales en su lucha social. Fuerza!!

Les paso a adjuntar el link del blog de la persona (BRUNO BIMBI.) quien escribió este texto, por si quieren visitar la fuente. Repito, un texto que vale la pena compartirlo. http://bbimbi.blogspot.com/2009/10/preguntas-y-respuestas-sobre-el.html

Vamos al debate por la igualdad  


El objetivo de este texto es responder a algunas de las preguntas, dudas y cuestiones que suelen aparecer en el debate del matrimonio entre personas del mismo sexo, contribuyendo de esa forma al tratamiento legislativo y el debate público de los proyectos de ley sobre este tema que ha comenzado en el Congreso de la Nación. Para ello, se señalan, en rojo, algunos de los cuestionamientos más comunes al matrimonio entre personas del mismo sexo y, a continuación, se incluye una respuesta:
—El matrimonio, según el diccionario de la Real Academia Española, es la “unión de hombre y mujer”, de modo que llamar matrimonio a las uniones de dos hombres o dos mujeres va en contra de nuestra lengua.
—Las lenguas van cambiando porque cambian las sociedades que las usan y en los diccionarios de hace cien años había definiciones que hoy nos resultarían extrañas. Los diccionarios siempre llegan tarde, cuando los cambios en la lengua ya se produjeron, y pueden reflejar los prejuicios de las personas que los hacen: una de las definiciones para “judeu” (judío) en el diccionario Aurélio de la lengua portuguesa es “individuo avaro y usurero” y la palabra “bajar”, según la RAE, no tiene nada que ver con archivos e internet. Cuando se estaba debatiendo el matrimonio gay en España, Beatriz Gimeno —ex presidenta de la FELGT— dijo que “los diccionarios tendrán que adaptarse a la realidad y no la realidad a los diccionarios”, y el tiempo le dio la razón: el Institut d'Estudis Catalans y la Acadèmia Valenciana de la Llengua ya cambiaron las definiciones de los diccionarios del catalán y el valenciano, teniendo en cuenta que en Cataluña y Valencia hay muchos matrimonios homosexuales, legales desde que España aprobó la nueva ley en 2005. A la Real Academia no le quedará otra que actualizar también su diccionario del castellano, como sus propios integrantes ya se encargaron de advertir.
—La palabra matrimonio viene de de mater, que significa madre, de modo que jamás podría haber matrimonio entre dos hombres.
—Eso no explicaría la oposición al matrimonio entre dos mujeres, pero vamos al punto. Matrimonio viene demater, pero también de monĭum, que significa gravamen, por la mayor carga que llevaba la mujer, según la idea de matrimonio que tenían los antiguos: los matrimonios de hoy son diferentes a los de la época del Imperio Romano. Pero si nos rigiéramos por la etimología para determinar los alcances de una institución jurídica, el 'patrimonio' y la 'patria potestad', que vienen de pater, deberían ser exclusivos de los varones, como de hecho lo eran antiguamente; el 'salario' debería pagarse en sal y a eso que cobramos en dinero tampoco podríamos llamarle 'sueldo', que era la retribución que recibían los soldados. Por otra parte, para ganarnos el pan tendríamos que someternos a la tortura, ya que 'trabajo' viene detripaliare, que significa “castigar con el tripaliu”. 'Familia', otra palabra importante para este debate, viene defamulus, que significa sirviente o esclavo, y era antiguamente el conjunto de las propiedades del pater familias, incluyendo esclavos y parientes.
—La finalidad del matrimonio es la procreación, el cuidado de los hijos y la preservación de la especie.
—Si así fuera, debería prohibirse el matrimonio a las personas estériles o a las mujeres después de la menopausia. Sería necesario instaurar un examen de fertilidad previo al casamiento y que cada pareja jure que va a procrear, bajo pena de nulidad si no lo hiciere en un determinado plazo. ¿Y las parejas de lesbianas que recurren a métodos de fertilización asistida para procrear? Lo cierto es que las personas no se casan para tener hijos. Se casan porque se aman, tienen un proyecto de vida en común y quieren recibir la protección que la ley garantiza a los cónyuges. Algunas parejas se casan y nunca procrean, porque no pueden o no quieren, y otras tienen varios hijos sin casarse nunca.
—Dios creó al hombre y a la mujer para que se unan. El matrimonio homosexual va contra el plan de Dios.
—En nuestro país, como en el resto del mundo, hay personas que creen que hay un dios y otras que no creen. Hay quienes creen en un dios único y quienes creen en varios dioses. Hay quienes creen en el mismo dios, pero de maneras distintas. Hay quienes, desde la fe, leen los textos sagrados de sus religiones —la Biblia, por ejemplo— de una forma, y hay quienes los leen de otra forma, y hay muchos debates teológicos sobre lo que esos textos dicen acerca de la homosexualidad. Todo eso es legítimo, pero no forma parte del debate de las leyes. La ley civil debe ser para todos y todas, creyentes y no creyentes. No vivimos en una teocracia, sino en una democracia. Por otra parte, cabe recordar que otros derechos han sido negados en distintas épocas en nombre de Dios. Decía una sentencia judicial que avalaba la prohibición del matrimonio interracial en Estados Unidos que “Dios Todopoderoso creó las razas blanca, negra, amarilla, malaya y roja, y las colocó en continentes separados. El hecho de que Él separase las razas demuestra que Él no tenía la intención de que las razas se mezclasen” (sentencia de 1966, de un tribunal de instancia del estado norteamericano de Virginia, citado por Daniel Borillo y reproducido en la sentencia de la jueza Gabriela Seijas que autorizó el matrimonio de Alex Freyre y José María Di Bello). Poco más de un siglo después, pocos se atreverían a hacer cómplice a su dios de semejante barbaridad racista. Es probable que lo mismo ocurra dentro de medio siglo con las barbaridades homofóbicas que escuchamos en estos días.
—Pero el matrimonio es un sacramento religioso.
—El matrimonio es un contrato entre particulares. Lo fue antes de que la religión lo adoptara y lo transformara en un sacramento por razones políticas y económicas. Y recién en el siglo IV, en Roma, el matrimonio homosexual fue prohibido por decreto del emperador, luego de la adopción del cristianismo como religión del Imperio (al respecto, es recomendable la lectura de "Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad", de John Boswell, quien fuera profesor de historia medieval en la Yale University y dedicó muchos años de su vida a investigar este tema). Por otra parte, en nuestro país, el matrimonio civil es el único que tiene efectos jurídicos, por ello las parejas que quieren casarse por iglesia tienen que pasar primero por el Registro Civil. Fue durante el gobierno de Julio A. Roca que se sancionó la ley que creó ese registro, donde deberían inscribirse las uniones, que aún se celebrarían en las iglesias. La ley fue calificada como “obra maestra de sabiduría satánica” por la Iglesia Católica, que se veía venir el próximo paso. En 1887, una pareja (heterosexual) de religión bautista reclamó ante la justicia por su derecho a casarse pese a no ser católicos. Fue un anticipo: ese mismo año comenzó a debatirse la Ley de Matrimonio Civil, promulgada al año siguiente. La Iglesia, enfurecida, calificó el matrimonio civil como “torpe y pernicioso concubinato” que provocaría “la destrucción de la familia”, y dijo que todo era consecuencia de “la prostituta de la historia que es la Revolución Francesa”. Argentina llegó a romper relaciones diplomáticas con el Vaticano.
—Sin embargo, para los católicos, la palabra matrimonio se refiere al sacramento, y la legalización del matrimonio gay podría ofender a la mayoría católica de la Argentina.
—En primer lugar, no es verdad. Las encuestas que se han realizado en todo el país muestran que la inmensa mayoría de las personas que se autodefinen como "católicos" están de acuerdo con la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo (ver, por ejemplo, el estudio nacional de la consultora Analogías, publicado en 2009). Lo mismo había sucedido años atrás en España. De hecho, si se les permite responder "off the record", buena parte de los curas cree que la iglesia debería cambiar su posición sobre este tema. Los que están en contra no son los católicos, sino la jerarquía de la iglesia, que debe acatar la línea política que le bajan desde Roma. Por otra parte, jamás podría ser admisible que un sector de la sociedad alegase que le "ofende" que otro sector de la sociedad disfrute de los mismos derechos que el resto, derechos que están protegidos por la Constitución Nacional. La intolerancia y el prejuicio no son un argumento válido y el hecho de que dos hombres o dos mujeres se casen no afecta ni perjudica a nadie. Por último, el Congreso tiene la obligación de legislar para todos los ciudadanos y todas las ciudadanas, sean católicos, judíos, musulmanes, ateos o lo que fueren.
—El matrimonio homosexual va a destruir la familia.
—Es justamente el mismo argumento que usaba la iglesia en 1887: “el matrimonio civil va a destruir la familia”. Y en 1987: “la ley de divorcio va a destruir la familia”. La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo no afecta en nada a las parejas heterosexuales ni perjudica en modo alguno a sus familias, e incluye y reconoce los mismos derechos a las parejas homosexuales y sus familias, hoy excluidas. De modo que fortalece la familia, porque amplía la protección del Estado a miles de familias que hoy están desprotegidas. Lo que destruye a muchas familias es la discriminación, la falta de derechos, la desigualdad, y esta ley viene a corregir eso.
—La homosexualidad no es natural, no es normal.
—Si a lo largo de la historia y en todas las épocas y culturas hubo siempre una proporción más o menos estable de personas homosexuales, y si en varias especies animales está comprobado que también existe la homosexualidad, es evidente entonces que esa posibilidad es parte de la naturaleza de los seres humanos, entre otras especies. Cuando un hombre se enamora de otro hombre o una mujer de otra mujer, es porque esa es su inclinación natural. Por otra parte, muchas veces se confunde mayoría con normalidad y minoría con anormalidad. Los zurdos fueron por mucho tiempo considerados anormales y se los castigaba para obligarlos a escribir con la mano derecha. Los pelirrojos, las personas de ojos celestes y los genios de las matemáticas también son minoría, y no por eso hay que cercenarles derechos.
—El matrimonio proviene de la naturaleza; el matrimonio homosexual no es natural.
—El matrimonio homosexual es tan antinatural como el matrimonio heterosexual. Los animales no se casan, ni se heredan, ni son fieles, ni sacan un crédito juntos para comprar la casa. La patria potestad, el apellido, la herencia, la obra social, los derechos migratorios, los bienes gananciales son invenciones humanas. El ser humano vivió sin matrimonio por miles de años hasta que lo inventó; es un producto de nuestra cultura, de nuestra historia, y respondió a las necesidades de una época. A lo largo de la historia fue cambiando y seguirá haciéndolo respondiendo a nuevas necesidades y costumbres. Pero tampoco es natural la medicina, ni la ciencia, ni los libros, ni las partituras de Mozart, ni el diario, ni el papel, ni la tinta, ni la luz eléctrica que ilumina al lector dentro de su casa. Y no por ello rechazamos todas esas cosas. No existe ninguna ley de la naturaleza que regule quién puede casarse. Las leyes naturales se ocupan de cosas como la gravedad, la reproducción de las células o la fotosíntesis. Del matrimonio se encargan las leyes civiles.
—Si todos fuéramos homosexuales, se extinguiría la especie.
—No necesariamente, pero la realidad es que no somos todos homosexuales, ni todos heterosexuales. Hay de ambas cosas en este mundo. Y reconocer a las parejas homosexuales los mismos derechos que tienen las parejas heterosexuales no cambiará esa realidad. Si todos fuéramos morochos, Gardel no podría haber cantado “Rubias de New York” y si todos habláramos solamente español no existirían Shakespeare, Camões ni Dostoievski, pero no por eso vamos a perseguir a los morochos ni a los hispanohablantes. 
—El matrimonio siempre ha sido entre varones y mujeres.
—No es verdad. En la antigua Roma, el matrimonio, que era un contrato privado celebrado entre particulares, podía realizarse también entre personas del mismo sexo, pero en el año 342 d.C. ello fue prohibido por el Imperio, en consonancia con la adopción del cristianismo como religión estatal. Sin embargo, en los años siguientes, los matrimonios entre personas del mismo sexo continuaron realizándose (nuevamente, para más información, se recomienda la lectura de Boswell). Con el pasar de los años, la confusión entre religión y ley civil y la persecución contra los diferentes comenzaron a crecer, pero ese proceso a comenzado a invertirse. Actualmente, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en Bélgica, Holanda, Noruega, España, Suecia, Sudáfrica, Canadá, Portugal, en la Ciudad de México y en los estados norteamericanos de Massachusetts, Connecticut, Iowa, Vermont, Maine, New Hampshire y Washington DC. Es probable que pronto se legalice en Argentina, Cuba, Eslovenia y en el estado de Nueva York, entre otros países en los que la reforma está en debate. Sin embargo, supongamos que nada de ello fuera así. La esclavitud siempre había estado permitida hasta que se prohibió, las mujeres nunca habían podido votar hasta que conquistaron ese derecho, la segregación racial era una triste realidad en varios países hasta que fue abolida. Que algo haya sido siempre de una determinada manera no significa que no pueda (y a veces deba) cambiar. Otro ejemplo: en Estados Unidos, hasta la década del 60, estaban prohibidos los matrimonios interraciales, hasta que un fallo de la Corte Suprema abolió la prohibición.
—Hay temas mucho más importantes, como la educación, la salud, la seguridad. ¿Por qué los legisladores no se ocupan de esos temas en vez de debatir el matrimonio gay?
—Este argumento es terriblemente falaz, porque siempre podría usarse como excusa para frenar cualquier debate: siempre habrá algún tema más importante que el tema que sea que se esté debatiendo. Pero legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo es una tarea sencilla, que requiere apenas de la aprobación de una ley que hace pequeños cambios en el Código Civil, y de modo alguno impide, obstaculiza o demora la solución de ningún otro asunto. El Congreso puede aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo y también ocuparse de todos aquellos otros temas que son señalados como "más importantes", sin que una cosa impida la otra. Pero, ¿quién dijo que este tema no tiene que ver con la educación? Educar a las futuras generaciones en una sociedad menos prejuiciosa y con igualdad de derechos nos hará mejores. Muchos niños, niñas y jóvenes homosexuales sufrirán menos en la escuela, tendrán una adolescencia más feliz, crecerán sin miedo, sin odio, sin traumas, sin tener que esconderse en el armario. ¿Quién dijo que este debate no tiene que ver con la salud? Miles de parejas podrán acceder a servicios de salud a los que hoy no acceden por no poder casarse, cientos de niños podrán ser beneficiarios de la obra social o prepaga de sus padres o madres. ¿Quién dijo que este debate no tiene que ver con la seguridad? Los crímenes de odio, como el reciente asesinato de una joven cordobesa por parte del padre de su novia que no aceptaba que su hija fuera lesbiana tienen mucho que ver con este debate. Además, siempre nos dirán que no es momento, que hay temas más importantes, que esperemos. Muchos han pasado la vida entera esperando. La democracia tiene una deuda con gays y lesbianas, y es hora de que empiece a saldarla. 
—La sociedad no está preparada para aceptar el matrimonio gay.
—Es mentira. Las encuestas lo prueban: según Analogías, que realizó un estudio de alcance nacional, el 66,3% del país está a favor de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo. No sólo eso: el 56% de quienes profesan alguna religión y el 72% de quienes dicen que sólo creen en dios apoya el matrimonio gay, mientras que la adhesión llega al 91% entre los no creyentes. Segmentado por zonas, en Capital y GBA, respondieron a favor 67% de los encuestados, mientras que en el interior (Rosario, Mendoza, San Miguel de Tucumán y Córdoba) el respaldo alcanza el 60%, desmitificando la idea de que el apoyo a la igualdad de derechos es exclusivo de los porteños. La segmentación por edad muestra, además, que el prejuicio envejece y las nuevas generaciones lo rechazan como algo del pasado: el sí promedia el 70% entre los encuestados de entre 16 y 45 años. ¿La sociedad no está preparada para el debate? A la hora de evaluar la oportunidad y las posibles consecuencias de un cambio en la legislación sobre matrimonio, el 71% de los encuestados opina que ya es momento de hacerlo, el 68% dice que esa medida “ayudaría a combatir la discriminación” y el 63% que “sería un avance social y cultural para el país”. Aunque las encuestas no estuvieran para probarlo, todos y todas lo sabemos. ¿A cuántas personas conocemos que estén en contra? Hay un debate en la calle y otro en la política: el debate de las presiones, de los llamados de ciertas corporaciones, de los temores, pero ese no es el debate del ciudadano de a pie, que ni siquiera entiende por qué cuesta tanto aprobar la ley. Pero, ¿si fuera al revés, si la mayoría estuviera en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, eso justificaría que el Estado continuara discriminando a gays y lesbianas? Durante mucho tiempo, la mayoría estuvo en contra del voto femenino. La mayoría legitimó la esclavitud en la Colonia, aquí y en otras partes del mundo, y la mayoría aprobaba la segregación racial en Estados Unidos. Hubo, en un principio, una mayoría que vivó a Hitler en Alemania. Quizá sea el momento, ahora que las encuestas sobre este tema nos sonríen, de decir que los derechos humanos no son una cuestión de mayorías y minorías. No es más legítima la pretensión de lesbianas, gays, bisexuales y trans de alcanzar la igualdad jurídica porque haya encuestas que demuestren que esa pretensión tiene respaldo social. Lo que le da legitimidad a nuestro reclamo es el derecho a la igualdad ante la ley, el derecho a la no discriminación y –por qué no– el derecho a la felicidad de millones de seres humanos en todo el mundo.
—¿Por qué matrimonio y no "unión" o "enlace" civil?
—La unión civil, que existe en la ciudad de Buenos Aires y algunas ciudades del interior, es una institución de alcances locales y muy limitados. La mayoría de los derechos que vienen con el matrimonio –obra social, crédito conjunto, herencia, derechos migratorios, régimen patrimonial, etc.– no están incluidos ni podrían estarlo, porque dependen de las leyes nacionales. Se trata, entonces, de dos instituciones diferentes. Ahora que el tema se está discutiendo en Congreso Nacional, que es el que legisla sobre matrimonio civil, lo que se propone es eliminar la cláusula discriminatoria que impide que dos varones o dos mujeres se casen. Llamarle “unión civil” o "enlace civil" o de cualquier otra forma especial, distinta a esos matrimonios sería una forma de insinuar que no valen lo mismo. Cuando una persona homosexual alquila un departamento, firma un contrato de “alquiler”, no de “vínculo inmobiliario homosexual”; del mismo modo, cuando se casa, no hay razón para ponerle otro nombre a su matrimonio, como no habría razón para prohibirles a los negros que se casen y establecer una “ley de unión para negros”. La época de los bares para blancos y los bares para negros felizmente acabó.
—¿Pero cuál es la importancia del nombre?
—El nombre puede ser inclusive más importante que los propios derechos que el matrimonio reconoce, que podrían conquistarse por otras vías. Porque mientras el Estado no reconozca las relaciones de pareja entre dos hombres o dos mujeres y las familias que estas parejas forman en igualdad de condiciones, con los mismos derechos, la misma dignidad y el mismo respeto, habrá un mensaje simbólico muy fuerte, emanado de la autoridad pública, que dice que esas parejas, y por lo tanto quienes las forman, no merecen el mismo respeto como personas. Y está claro que eso es lo que quieren quienes se oponen, como cuando en España se aprobó el voto femenino y algunos planteaban que no se llamara “voto”, sino “derecho a la participación política de la mujer”, porque “el voto es un atributo esencialmente masculino”. Cuando a los negros los obligaban a sentarse en el asiento de atrás en los colectivos, todos los asientos eran igual de cómodos, pero aceptar la humillación de irse al fondo con la cabeza agachada significaba resignarse a ser tratados como escoria. El reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo, junto a otras medidas urgentes que nuestra democracia debe tomar, tendrá también la función de educar a las futuras generaciones sin prejuicios, para que los adolescentes gays y lesbianas de mañana no tengan que vivir escondidos en el armario, avergonzados, llenos de culpa y muertos de miedo, o bancándose las burlas de sus compañeros y el rechazo de sus familias.
—¿Pero no puede darse el caso de que se pretenda crear una institución diferente del matrimonio porque se considera que sería una mejor opción?
—En ese caso, la construcción de alternativas jurídicas al matrimonio debe ser un debate de toda la sociedad que no debe mezclarse con el debate de la inclusión de las parejas del mismo sexo a la figura que existe hoy. Una vez que todas las parejas tengan acceso al matrimonio en igualdad de condiciones, discutamos todas las alternativas que cada sector quiera plantear, y que esas alternativas sean para todas las parejas, heterosexuales u homosexuales. Que cada pareja elija, si se da el caso de que el Congreso legisle sobre opciones diferentes. Lo que no puede haber es una institución exclusiva para unos y un "premio consuelo" para los excluidos, ni una ley especial para homosexuales. Eso sería mandarnos al gueto, con el triángulo rosa cosido en la camisa. Discutir otras opciones cuando se reclama igualdad jurídica es sospechoso de que el único y verdadero objetivo de esa discusión sea mantener la discriminación.
—Si legalizan el matrimonio gay, ¿por qué no puedo casarme con mi perro?
—Parece mentira que argumentos tan ridículos aparezcan en este debate, pero personas que parecen serias y representan a instituciones que se oponen a los derechos civiles de gays y lesbianas dicen sin ponerse colorados ese tipo de cosas. En realidad, ni merecen respuesta, porque más que un argumeto, es una falta de respeto. Pero hagamos un trato: el día que quienes dicen esto vengan con su perro, pidan casarse, y el perro se exprese en alguna lengua comprensible y manifieste en forma clara e inequívoca su voluntad de contraer matrimonio, lo conversamos.
—¿Pero para qué quieren casarse los homosexuales si el matrimonio es una institución burguesa y patriarcal en decadencia?
—El matrimonio es la institución jurídica que protege los derechos de las parejas y de las familias, y su valor va mucho más allá de los aspectos cuestionables que tenga. Hay mucho que cambiar en el matrimonio, hay muchas cláusulas que aún responden a otras épocas, que son machistas, patriarcales o que permiten una invasión desmedida del Estado en la intimidad de la pareja. Pero esos cambios no les corresponde hacerlos sólo a los y las homosexuales, sino a todos. Deben ser fruto de la evolución de esa institución. Lo primero es conquistar la igualdad jurídica para todos y todas. Cuando un grupo de obreros despedidos luchan para ser reincorporados a su trabajo, eso no significa que estén de acuerdo con el salario de hambre que cobran o con la precariedad de sus condiciones de trabajo. Cuando las mujeres pelearon para poder votar, eso no significaba que la democracia representativa fuera perfecta y no necesitara cambios. Discutir los cambios que necesite el instituto del matrimonio no puede ser un requisito previo para que las parejas homosexuales dejen de estar desamparadas por el Estado. Primero respetemos el principio constitucional de igualdad ante la ley y después aceptamos pasar a otro tema.
—¿Qué pasa con la adopción de niños?
—Ninguna ley prohíbe la adopción a las personas homosexuales, estén solas o en pareja, ni tampoco les prohíbe procrear –muchas lesbianas, por ejemplo, lo hacen mediante fertilización asistida– de modo que ya hay cientos de niños con dos mamás o dos papás. Lo que una persona homosexual no puede hacer, por no poder contraer matrimonio, es co-adoptar con su pareja, lo cual no significa que no pueda convivir con el niño o niña y su pareja en el mismo hogar: esas familias ya existen, esos niños y niñas ya tienen dos mamás o dos papás, hoy, no son una hipótesis ni una idea, son de carne y hueso, y son cientos. Sin embargo, esos niños y niñas son legalmente hijos de uno/a solo/a de sus padres o madres. Su otro papá, o su otra mamá, no puede ir a buscarlos a la escuela o firmar el boletín, autorizar una operación de urgencia en un hospital, inscribirlos en la obra social, cobrar el salario familiar, y los niños no pueden heredarlo/a, ni reclamarle alimentos o pedir un régimen de visitas en caso de separación. Eso es lo que la reforma de la ley va a cambiar: que todos los chicos tengan los mismos derechos. Si no se aprueba la ley, esos niños y niñas seguirán existiendo, seguirán teniendo dos papás y dos mamás y seguirán sin tener los mismos derechos que los demás. Ninguno de los sectores políticos que se oponen a la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo sabría explicar por qué no quiere que esos chicos tengan obra social o hereden, por ejemplo. Entonces, hacen de cuenta no saben que los gays y lesbianas ya podemos adoptar, hacen de cuenta que no saben que esos chicos existen y desvían la discusión para otro lado, mintiendo sobre lo que dice la ley y lo que reclamamos cambiar.
—¿Y esos niños no van a ser homosexuales?
—Si lo fueran, no habría nada de malo en ello, ya que la orientación homosexual no es ni mejor ni peor que la orientación heterosexual, sino simplemente distinta. Esos niños tendrán la orientación sexual que deban tener, más allá de quién los crie. Y las estadísticas, en todo el mundo, demuestran que los porcentajes de niños adoptados por parejas gays cuya sexualidad resulta ser heterosexual u homosexual son los mismos porcentajes que se dan entre los niños criados por parejas heterosexuales. De hecho, la inmensa mayoría de los gays y las lesbianas tienen un papá y una mamá heterosexuales.
—Esos niños y niñas necesitan una figura materna y una figura paterna, que un matrimonio homosexual no podría darles.
—No es lo que opinan la mayoría de los psicólogos, que hablan de roles, lo cual no necesariamente significa papá y mamá. Si el problema fuera la falta de “una figura materna” o “una figura paterna”, los viudos, los padres solteros o los separados deberían dar sus hijos en adopción. Hay miles de niños criados por padres solos o a cargo de una abuela, una tía, un hermano u otras formas de configuración familiar. Por otra parte, en los últimos años se han realizado gran cantidad de investigaciones a partir de la realidad de los niños y niñas con papás gays o mamás lesbianas que hay en distintos países del mundo. Todos esos estudios (entre otros: de la Universidad de Sevilla, la Universidad de Valencia, el Colegio de Psicólogos de Madrid, la Asociación Americana de Pediatría, la Asociación Americana de Psicología, etc.) han concluido que no existe ninguna diferencia relevante entre los niños criados por parejas homosexuales o heterosexuales. Todas esas instituciones, luego de realizar dichos estudios, han hecho recomendaciones favorables a que se permita la adopción a las parejas homosexuales, destacando que lo que un niño necesita es amor, protección, cuidado, educación y otras cosas que no dependen de la sexualidad de sus padres sino de su calidad humana.
—¿Y esos chicos no crecen con traumas y confusiones por tener padres homosexuales?
—Todos los estudios realizados con hijos e hijas de parejas homosexuales en distintos lugares del mundo, algunos de los cuales citamos en la respuesta anterior, demuestran claramente que no. En Argentina hay cientos de chicos en familias diversas, sobre todo con dos mamás lesbianas. Cualquiera que conozca a una de estas familias puede responder esta pregunta sin necesidad de leer los estudios.Los chicos generalmente no tienen los prejuicios de los adultos: son los adultos quienes les enseñan esos prejuicios. Una de las únicas diferencias relevantes que algunos de los estudios internacionales mostraron con relación a estos chicos es que suelen ser más abiertos y tolerantes con otras diversidades, ya que aprendieron en casa el valor de la no discriminación.
—Pero esos hijos adoptivos de lesbianas y gays siempre van a sufrir la discriminación y las burlas en la escuela por tener dos papás o dos mamás.
—Los chicos judíos muchas veces sufren discriminación en la escuela, y no hay por ello ninguna ley que les prohíba tener hijos a los judíos, ni adoptarlos. Lo mismo podríamos decir de los hijos de inmigrantes paraguayos o bolivianos, de los afrodescendientes, de los pobres, de los coreanos o de muchos otros grupos sociales que son víctima del prejuicio y la discriminación. ¿Les prohibimos a todas esas personas que tengan hijos o que adopten? La respuesta que el Estado debe dar a ese problema es la inversa: trabajar a través de la educación para desterrar el prejuicio. Y en ese sentido, la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo es un acto educativo. Les estaremos dando a todos los chicos, a sus padres y al conjunto de la sociedad un mensaje: que queremos construir un país en el que a las personas homosexuales se las respete de la misma manera que se respeta a las personas heterosexuales. 

dos

Últimamente siente que se cae y se cae, una y otra vez, y le cuesta levantarse en ocasiones. Las lágrimas brotan como si de un caudal furioso se tratara. La sensación enorme de un peso que no puede sostener y la sensación de fracaso o de falta de energías pueden más que ella. Es tan pesado todo a veces, y ese peso en los hombros además de tensarlos es lo que hace el paso cada vez más lento. La subida se ve lejos y las ganas de retroceder le disputan el lugar a los pasos que debieran ser firmes y decididos. Todo parece una pausa de algo que no llega jamás y como si el tiempo se hubiera detenido hace tiempo, no siente que nada avance realmente. La melancolía que desea transformarse en tristeza no quiere irse.

Pero él llega y hace muecas o sonrisas. Entorna los ojos y la presiona contra su pecho. Se le escucha el corazón y sus latidos debido a la cercanía. Quiere decirle palabras que le den fuerzas. Pero no lo hace y ella lo necesita. Palabras mágicas que de alguna manera solucionen cosas y sanen heridas o ahuyenten miedos. A veces pareciera que él no sabe qué decir o cómo decirlo. Al parecer las palabras son tarea de mujeres. Pero eso no importa, porque siempre está. Siempre mediante abrazos y caricias trata de transmitir lo que no sabe cómo. Trata de comunicarse mediante el contacto corporal, mediante el rol masculino, mediante las ayudas prácticas más que emocionales, y sólo busca refugiar a su amada en su pecho. Las palabras mágicas tal vez no llegan, pero los momentos mágicos se abren paso incentivados por esos mismos abrazos en silencio. Llevarla de la mano y tratar de guiarla, o ayudarla a seguir su camino, o simplemente ayudarla a caminar de a dos.

Se abrazan, y se respiran frente a frente. Se miran y se sonrien. En ocasiones se rien a carcajadas y se vuelven a estrechar en los brazos de ambos. En esos momentos, que no duran para siempre porque los minutos se empeñan en correr, en esos momentos ella se olvida de las penas y no se siente sola. Él no permite que se sienta sola. Y puede sonreir aunque las palabras justas no hayan sido dichas. Y de a poco la empuja de nuevo al mundo para que siga viviendo y siga intentando. Definitivamente ella se siente más fuerte a su lado. Él le da motivos para no dejar de caminar. Porque hay que seguir caminando. No parar. Y así él no sólo le da fuerzas, sino que se convierte en la fuente de felicidad de ella. Lo que la mueve y la hace sentir feliz.
Y así van caminando de a dos.